Cine de ciencia ficción. Visiones de futuro y lecciones para el presente.
Gustavo Corral Guillé
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Los primeros días de enero, en medio de la cuarta ola de contagios de COVID-19 en México, me encontré inmerso en un universo que hasta entonces me resultaba muy poco familiar y que tiene ambientes tan diversos como un mundo posapocalíptico, colonias espaciales y máquinas con una inteligencia que las hace indistinguibles de los humanos. Esto fue posible gracias a una amiga que me invitó a participar en un cineclub sobre ciencia ficción que ella había organizado junto con un grupo de jóvenes vinculados a diversas áreas de conocimiento. Hasta entonces, no había leído ni visto mucha ciencia ficción, o al menos no desde hacía un largo tiempo. Para mí, este género se caracterizaba ante todo por su afán de predecir el futuro del mundo y la presencia y plausibilidad de una base científica y tecnológica.
Pero cuantas más películas veía, cuanto más leía sobre alguna producción en particular o la novela que le sirvió de inspiración, y cuanto más discutía con los miembros del cineclub, me daba cuenta de que el objetivo de la ciencia ficción no es predecir el futuro, ni el género trata sobre la tecnología per se. Es más: suponer que Blade Runner estaba prediciendo para 2019 la posibilidad de crear androides con conciencia y autos voladores, es tan absurdo como asumir que Dean Koontz, en su novela The Eyes of Darkness, de 1981, predijo la pandemia de coronavirus.
Entonces, si predecir el futuro no es la razón más importante de la ciencia ficción, ¿qué hace?, ¿cómo y por qué? ¿Puede entonces seguirse sosteniendo que la ciencia ficción influye en el futuro? (Perkins-Kirkpatrick, 2017; Augé, 2021; Pak, 2021).
El papel de la ciencia ficción es especular sobre las posibilidades de un mundo futuro, pero poniendo el foco en el ahora y ofreciendo, en muchas ocasiones, lecciones valiosas para el presente. Y por supuesto que la ciencia y la tecnología tienen un papel protagónico, pero su presencia no debe valorarse únicamente por su verosimilitud o credibilidad, pues lo que en realidad hace posible la historia son los contextos, los usos y los efectos que los conceptos científicos y las tecnologías tienen en los humanos. El verdadero valor de la ciencia ficción está en especular de forma imaginativa sobre el futuro a partir de reflexionar, interrogar y satirizar el presente. Evidentemente, parte importante de ese análisis gira en torno a las relaciones cada vez más estrechas entre las personas y la tecnología, así como a los cambios que esas relaciones producen en nuestras vidas. De ahí que muchas de las películas de ciencia ficción que han logrado perdurar en el tiempo como clásicos del género supieron comprender el zeitgeist, el espíritu de su tiempo, y capturarlo con maestría para especular a partir de la pregunta ¿qué ocurriría si...?
Más que a predecir el futuro, la pregunta va encaminada a sugerir un futuro posible que muchas veces puede ser una advertencia sobre las implicaciones sociales y políticas de las decisiones tecnológicas que tomamos como sociedad. Pero es también una invitación a confrontar ese futuro propuesto y cuestionar las posturas que como individuos y como sociedad tomamos sobre determinados temas contemporáneos cruciales. La elección está entre continuar por el camino hacia un futuro sombrío o abrazar nuestra capacidad para influir en el cambio y trabajar para construir un futuro más justo y sostenible.
LA CRISIS CLIMÁTICA: MIEDOS Y ANSIEDADES EN UN FUTURO EXTRAÑO Y AMENAZANTE
Un ejemplo ilustrativo en ese sentido es Dune, una de las obras literarias más icónicas de la ciencia ficción, escrita en 1965 por Frank Herbert y llevada al cine por David Lynch en 1984, y por Denis Villeneuve en 2021.
Más allá de sus méritos y sus fallas, ambas producciones trasladan al lenguaje visual las especulaciones que Herbert presenta en Dune en torno a un mundo abordado como un sistema de sistemas: sistemas sociales, sistemas políticos, sistemas económicos y una ecología de sistemas. Se trata de una invitación a imaginar un futuro en el que los ecosistemas son herramientas que pueden ser controladas, una especie de cajas negras definidas solo por entradas y salidas de materia y energía. Cada organismo dentro del sistema depende de las acciones de los otros, y la mínima entrada que altere el equilibrio global del sistema puede generar salidas desastrosas.1
En Dune, se trata de ser consciente de las relaciones y de los impactos que pueden ocasionar los componentes del sistema, ya sea como corporación o como individuo. Todo este enfoque tiene rostro humano en la figura de los Fremen, un grupo de guerreros nómadas que luchan por alcanzar el balance de los materiales y recursos naturales, limitando su uso a la disponibilidad local.
En este punto conviene aclarar que toda película −o la novela en que se inspiró− es el resultado de una serie de decisiones conscientes sobre qué elementos abstraer de la realidad y cómo usarlos para construir el producto final. Como es de esperar, los elementos que seleccionan los escritores, guionistas y directores occidentales suelen ser arbitrariamente eurocéntricos, dejando fuera muchos otros que no pertenecen a ese paradigma. Por supuesto, Dune no está exenta de ese sesgo, pues se ha señalado que se trata de una narrativa eurocéntrica del colonialismo que dice más del mundo imaginado del colonizador, que del mundo vivido por el colonizado (Asher-Perrin, 2019; Sturtevant, 2020; Raj, 2021). La representación reproduce estereotipos dominantes sobre los pueblos colonizados, como el del salvador blanco, desde la perspectiva del buen salvaje en la figura de los Fremen. Y no podemos obviar tampoco que ese salvador blanco es el resultado de un experimento eugenésico (Asher-Perrin, 2019).
La narrativa cli-fi (ficción climática) se reelabora a manera muy sugerente en la película vietnamita de 2014 titulada Nuróc 2030 (Agua 2030). Nguyễn-Võ Nghiêm-Minh, su director, retrata una vasta área de humedales en el delta del Mekong, al sur de Saigón, que en el año 2030 se encuentran ya al nivel del mar, eliminando por completo la existencia de tierras cultivables. Sin embargo, Nguyễn-Võ construye ese futuro desde una perspectiva asiática, según la cual la crítica del capitalismo no puede omitir criticar también el colonialismo.
Lo que se percibe desde el Norte global como escenarios ecocatastróficos y auténticas distopías causadas por el cambio climático, en ese futuro imaginado desde el Sur global se vive como parte de su propia realidad. Las estructuras sociales en contextos de escasez de recursos, desplazamiento, violencia, suministros alimentarios precarios e incertidumbre, son la norma en las comunidades que han experimentado el colonialismo en sus diversas formas. Si bien en las últimas décadas se han esclarecido muchas de las consecuencias del cambio climático en términos científicos, dichas consecuencias no son nuevas en términos de la experiencia cotidiana en los territorios coloniales. La película cuestiona incluso conceptos como la propiedad privada y la propiedad intelectual, que resultan indiscutibles desde el sistema civilizatorio moderno, pero que aún son ajenos en diversas comunidades indígenas del mundo. Conceptos que, además, resultan más inciertos en un contexto de cambio climático que ha inundado prácticamente todo el territorio.
Otro ejemplo notable de nuevos modos narrativos de representación del cambio climático es el cortometraje keniano Pumzi, de 2009, escrito y dirigido por Wanuri Kahiu. La historia se sitúa en el desierto, unas décadas después de la Tercera Guerra Mundial, y nos presenta a una comunidad aislada que habita en una instalación subterránea. Así, a través de la construcción de un mundo posapocalíptico agonizante por la crisis ambiental, Pumzi especula sobre cuestiones tan diversas como la importancia ecológica de la agricultura, el biopoder, el género, la raza, la sustentabilidad y, por supuesto, la visión de un afrofuturismo basado en una ética ecológica y en una integración sociedad-naturaleza.
POSHUMANISMO Y EL ANHELO DE TRASPASAR LOS LÍMITES DE LO HUMANO
Muchas películas de ciencia ficción imaginan un mundo en el que las diferencias entre el hombre y la máquina se difuminan y ponen en cuestión el significado de ser humano. Una estrategia habitual de esta especulación poshumanista consiste en ofrecer como premisa del argumento una tensión y una lucha entre los humanos puramente biológicos contra las máquinas −robots, androides o cyborgs−, construidas artificialmente. Una de las películas más conocidas que parte de este planteamiento es Blade Runner (1982), basada en la novela Do Androids Dream of Electric Sheep? (1968) de Philip K. Dick. El protagonista de esta historia, Rick Deckard, se dedica a identificar y cazar replicantes, es decir, androides que se hacen pasar por humanos. El medio que tiene Deckard a su disposición para distinguir entre humanos y no humanos es la prueba Voight-Kampff que evalúa las reacciones psicológicas y fisiológicas para determinar si el sujeto muestra preocupación por la vida de los otros.
Philip K. Dick, por lo tanto, pone en entredicho el consenso occidental sobre la condición humana que se remonta al cartesianismo, y nos sugiere un mundo futuro en el que la base para distinguir entre lo humano y lo no humano es la empatía, y no la razón o la inteligencia.
Con ese criterio, la categoría de “lo humano” debe incluir a todo aquel ser capaz de demostrar empatía por otros seres, sean estos animales, computadoras o robots. Sin embargo, y no es de sorprender, al menos en la película de 1982, esta condición poshumana continúa apuntando a los valores antropo y androcéntricos aprobados por la mirada eurocéntrica desde un devenir exclusivamente maquínico del poshumanismo.2 Hay, no obstante, otras autoras y autores que han explorado otras posibles expresiones del poshumanismo, muchas de las cuales siguen a la espera de una adaptación cinematográfica. Por ejemplo, recientemente he descubierto a Octavia Butler, una de las pioneras del afrofuturismo, que prefigura un devenir más orgánico del poshumanismo en su cuento Bloodchild. Se trata de una perspectiva que posteriormente desarrollarán autoras como Donna Haraway (1995) en sus teorías cyborg de lo poshumano y, más recientemente, la filósofa y teórica feminista Rosi Braidotti (2015). Estas nuevas aproximaciones a lo poshumano trascienden la dicotomía humano-no humano −y otras como hombre-mujer o natural-artificial− al imaginar tipos de sociedades caracterizadas por relaciones igualitarias que vinculan a los seres humanos entre sí y con seres no humanos.
Ejemplos como los que he enunciado aquí revelan una variedad de preocupaciones y actitudes sociales en torno a los cambios experimentados en la sociedad como resultado de la creciente penetración de la ciencia y la tecnología en todas las facetas de nuestra vida. Esos futuros de ficción son en buena medida una advertencia sobre las consecuencias de abrazar acríticamente las nuevas tecnologías y la gestión tecnocientífica. Para que esa advertencia produzca mayor efecto, tal y como sugirió el autor de ciencia ficción Frederick Pohl (1968, p. 6), “Una buena historia de ciencia ficción debería ser capaz de predecir no el automóvil sino el embotellamiento”. Es decir, la ciencia ficción no consiste únicamente en construir un mundo futuro con cierta plausibilidad y colocar un elemento tecnocientífico en el centro de la historia. Tiene, además, que explorar y especular sobre el impacto humano de esa tecnología: las cuestiones éticas y los fundamentos ideológicos en torno a una innovación tecnológica o a una práctica científica; el aumento de la desigualdad y todo lo que implica, a medida que aumenta el uso de la nueva tecnología y las decisiones políticas y sus impactos en la sociedad. Y, sin duda, para que esas premisas se cumplan, es preciso que los mundos futuros imaginados se adentren escrupulosamente en los problemas urgentes de la actualidad y ofrezcan lecciones valiosas para el presente.
REFERENCIAS
Asher-Perrin E (2019). Why it’s important to consider whether Dune is a white savior narrative. Recuperado en octubre 26, 2022, de https://www.tor.com/2019/03/06/why-its-important-to-consider-whether-dune-is-a-white-savior-narrative.
Augé E (10 de noviembre de 2021). Why science fiction films help us study the future. Tomorrow’s Worlds. Recuperado en diciembre 1, 2022, de https://spectator.clingendael.org/en/publication/why-science-fiction-films-help-us-study-future.
Braidotti R (2015). Lo posthumano. Barcelona: Gedisa.
Haraway D (1995). Ciencia, cyborgs y mujeres. La reinvención de la naturaleza. Madrid: Cátedra.
Pak C (6 de octubre de 2021). Climate crisis: how science fiction’s hopes and fears can inspire humanity’s response. The Conversation. Recuperado en diciembre 1, 2022, de https://theconversation.com/climate-crisis-how-science-fictions-hopes-and-fears-can-inspire-humanitys-response-167092.
Perkins-Kirkpatrick S (5 de septiembre de 2017). Can ‘cli-fi’ actually make a difference? A climate scientist’s perspective. The Conversation. Recuperado en noviembre 29, 2022, de https://theconversation.com/can-cli-fi-actually-make-a-difference-a-climate-scientists-perspective-83033.
Pohl F (1968). Editorial: The great new inventions. Galaxy Magazine 27(5):4-6. Recuperado en octubre 18, 2022, de https://archive.org/details/Galaxy_v27n05_1968-12_modified/mode/2up.
Raj R (2 de noviembre de 2021). Colonialism and Culture in Cinema: Looking at Villeneuve’s Dune: Part One. Medium-Alternate Take. Recuperado en noviembre 30, 2022, de https://medium.com/alternatetake/colonialism-and-culture-in-cinema-looking-at-villeneuves-dune-part-one-ea8c0f70c201.
Sturtevant P (16 de septiembre de 2020). Maybe Dune, a story about a white superman created by a eugenics program, is not the film we need right now. Paul B. Sturtevant. Recuperado en noviembre 30, 2022, de https://www.paulsturtevant.com/dune-eugenics-colonialism.
NOTAS
1 Otra forma de aproximarse a la ecología es la ecología evolutiva, que no busca conseguir la estabilidad de los ecosistemas a partir del control, sino garantizar que estos puedan funcionar aun en condiciones de poca estabilidad o bajo equilibrio.
2 Lo mismo puede decirse de películas como Westworld (1973); AI. Artificial Intelligence (2001); I, Robot (2004); Her (2013); Ex Machina (2015) y muchas otras.