La felicidad viaja en motocarro



Enrique Soto Eguibar
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© Enrique Soto. Tehuantepec, Oaxaca XII, 2007.

 

En el año 2007 descubrí Tehuantepec. Íbamos a la costa de Oaxaca y decidimos que rumbo a Huatulco nos convenía tomar la carretera Oaxaca-Tehuantepec-Huatulco, y aprovechar la ruta para detenernos un par de días en Tehuantepec, para conocer el insigne Juchitán y, de ser posible, hacer un paseo por Santa María del mar. Había estado en Tehuantepec de pasada, en un viaje con Julio y el Champi cuando era estudiante de preparatoria en el IDCA, pero simplemente pasamos por Tehuantepec sin detenernos, aunque sí me quedó una huella clara de una bella arcada y mujeres de faldas largas.

     Luego, la obra de Graciela Iturbide, su conocidísima foto “Nuestra Señora de las Iguanas” (alrededor de 1979) que retrata a la señora Sobeida Díaz, juchiteca,  y muchas otras que recoge entre otros en el libro “Juchitán de las mujeres” despertaron mi curiosidad e interés de viajar a Tehuantepec, que no es un sitio propiamente “turístico”. Lamentablemente, encontré que en lugar del viejo mercado se ha levantado una estructura en pleno zócalo de Tehuantepec, esencialmente un cubo de ladrillo, que es el nuevo mercado municipal “Jesús Carranza”, arquitectónicamente execrable y que daña gravemente la zona en la que existen aún buen número de casas tradicionales de teja. Por suerte, quedan algunas arcadas remanentes del viejo mercado en una de las calles adyacentes al cubo típico de la arquitectura gubernamental mexicana.

 

     Caminando alrededor del mercado llamó mi atención la marea de motocarros: uno tras otro, salen de todos lados, llevando aquí y allá mercancías, personas, adultos, niños, familias y sobre todo istmeñas felices o con la apariencia de serlo. Ya había tenido oportunidad de estar en algunos pueblos en que se usan este tipo de transportes, particularmente en Guatemala, en Atitlán, los tuc-tucs –onomatopeya del ruido de su motor, lo que les da su nombre– constituyen el principal medio de transporte. Y son atractivos no solamente por su sonido y profusión, sino por sus adornos.

     En Tehuantepec, los motocarros andan por todos lados; son más simples que los tuc-tucs, ya que la carrocería parece de fabricación local en la que se ha unido la parte anterior de una motocicleta a una estructura metálica fuerte, con eje, dos ruedas y piso usualmente de madera. Un ingenio local que ofrece transporte rápido, barato, aparentemente seguro y que se encuentra tanto en Tehuantepec como en Juchitán y los poblados vecinos. Entre todo, montadas en los motocarros, sobresale la apariencia peculiar de las istmeñas, algunas de ellas enormes si se las compara con otros pobladores de Oaxaca; también son poseedoras de un carácter fuerte y decidido. Muchas sonrientes, felices, con la cara al viento sobresaliendo en la parte posterior del motocarro.

     Sacar la cámara y tomar fotos por todo el pueblo ha sido una experiencia gozosa, sin ninguna controversia, como puede suceder cuando se retrata a desconocidos de forma que, además de intrusiva, algunas veces puede ser hasta abusiva. Tomar fotos por todos lados, de todo y de todos.