Integración del conocimiento ecológico tradicional para la conservación de aves del bosque mesófilo de montaña



Rosa Elvia Horta-Hinojosa, José Antonio Sierra Huelsz, Blanca Roldán-Clará
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El ser humano ha establecido una estrecha relación con los recursos naturales, un ejemplo es el vínculo que se establece con las aves a través de su uso como mascotas y que se manifiesta en algunas actividades económicas (venta de aves), tradicionales (su uso en peregrinaciones) y culturales (para fines mítico-religiosos) (Roldán-Clarà y Toledo, 2017). Las personas que realizan algunas de estas actividades son poseedoras de conocimientos ecológicos tradicionales, un conjunto de saberes y prácticas que las personas han adquirido a través de la observación, el uso y el manejo de los recursos, que han ido cambiando y adaptándose en el tiempo y que son transmitidos de manera oral y empírica de generación en generación (Berkes, 1999).

     El interés por el conocimiento ecológico tradicional se ha venido incrementando desde 1980 (Berkes y Folke, 2000) debido al impulso de investigaciones orientadas a la identificación y clasificación de especies (etnotaxonomía), a la comprensión de los procesos ecológicos y a las relaciones entre el medio ambiente y las comunidades rurales (Berkes, 1999), de tal manera, que se ha podido fundamentar la contribución de los conocimientos ecológicos tradicionales al conocimiento científico con información sobre la historia natural de plantas, animales y otros organismos, ayudando a implementar procesos de restauración, gestión ambiental y conservación de la biodiversidad (e.g. Reyes-García, 2009).

 

APROVECHAMIENTO DE LAS AVES

 

Las aves han sido utilizadas de diferentes maneras, como alimento con el consumo de su carne o como medicina para la curación de enfermedades (Vázquez-Dávila, 2014). En algunas culturas también son utilizadas como amuletos con fines míticos-religiosos, para ofrendas en las peregrinaciones de semana santa o como aves de compañía (Roldán-Clarà y Toledo, 2017). Este último aprovechamiento se debe a sus llamativas características: variopintos plumajes, colores y cantos melodiosos, lo que las hace muy valoradas y apreciadas desde tiempos prehispánicos (Sahagún, 1969).

     Las aves paserinas son las que se utilizan mayoritariamente con fines ornamentales. Dentro de este orden se encuentra la familia Turdidae, a la cual pertenecen los clarines (Myadestes unicolor) y jilgueros (M. occidentalis) que se encuentran entre las más utilizadas. En México se consideran las favoritas y de mayor uso entre los pajareros y compradores, básicamente por su canto (Roldán-Clarà et al., 2017) (Figura 1). Estas aves se localizan principalmente en el bosque mesófilo de montaña.

 

Figura 1. Clarín (Myadestes unicolor) en jaula. Foto tomada por Blanca Roldán-Clarà.

 

IMPORTANCIA DEL BOSQUE MESÓFILO DE MONTAÑA PARA LAS AVES

 

El bosque mesófilo de montaña en México se encuentra en zonas montañosas con clima húmedo. El intervalo altitudinal abarca desde los 800 m hasta los 3,000 m, encontrándose en transición con los bosques tropicales caducifolios hasta los bosques templados de regiones montañosas como los bosques de pino-encino. En este tipo de vegetación se puede observar frecuentemente neblina, por lo que también es denominado bosque de niebla (Figura 2).