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¿Tiene la
testosterona un efecto inmunosupresor?
J. Jaime
Zúñiga-Vega, Víctor Argaez e Israel Solano-Zavaleta Descargar
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LA
TESTOSTERONA: UN ANDRÓGENO FUNDAMENTAL
La testosterona es una hormona esteroidea de
tipo andrógeno. Esto quiere decir que, aunque
desempeña
un papel importante en individuos de ambos sexos, se produce en mayor
cantidad en individuos del sexo masculino. En ambos sexos la
testosterona es fundamental porque, entre otras funciones, promueve el
crecimiento de masa ósea y muscular. Sin embargo, la
testosterona es particularmente importante en machos, puesto que
promueve la producción de espermatozoides y es la principal
responsable de la expresión de caracteres sexuales
secundarios
como son la barba, la voz grave y la mayor masa muscular de los
hombres. Esta hormona está presente prácticamente
en
todos los vertebrados.
La testosterona se produce
principalmente en los
testículos. También las glándulas
suprarrenales y
el cerebro producen pequeñas cantidades de testosterona.
Esta
hormona promueve el desarrollo de caracteres que facilitan que los
machos de diversos animales obtengan cópulas. Por ejemplo,
los
colores brillantes en el vientre y garganta de algunos reptiles (Cox y
cols., 2008), los plumajes elaborados y coloridos en las aves
(McGlothlin y cols., 2008) y el mayor tamaño y fuerza
muscular
de los machos en un gran número de mamíferos
(Bribiescas,
2001). Estos caracteres sexuales secundarios que se expresan en gran
parte gracias a la testosterona, son atractivos para las hembras o
facilitan el éxito en la competencia entre machos para
acceder a
parejas potenciales.
Las conductas agresivas y territoriales
de los ma-
chos durante la temporada de apareamientos también suceden
debido a los efectos de la testosterona (Ashley y Wingfield, 2012). En
diversas especies de aves los niveles de testosterona aumentan al
inicio de la época reproductiva cuando compiten por
territorios
y parejas. Después, disminuyen durante la crianza de los
polluelos y, por último, bajan drásticamente al
final de
la época de reproducción (Geslin y cols., 2004).
Las
conductas de cortejo de los machos hacia las hembras, como los cantos
en diversas aves, tienen también un origen hormonal y la
testosterona juega un papel fundamental en la expresión de
estas
conductas. Hasta aquí parece que la testosterona es una
hormona
con beneficios. Sin embargo, también puede tener costos que
no
parecen tan obvios y que han atraído la atención
de los
científicos.
¿LA TESTOSTERONA AFECTA NEGATIVAMENTE AL SISTEMA INMUNE?
Diversos estudios en animales, incluyendo humanos, se han enfocado en
los posibles problemas que pueden provocar altos niveles de
testosterona en sangre. Aparentemente, esta hormona funciona como
supresora del sistema inmune. Esto implica que los individuos con altas
concentraciones de testosterona en sangre pueden ser más
susceptibles a enfermedades y al ataque de parásitos. A
continuación analizamos algunos ejemplos del potencial
efecto
inmunosupresor de la testosterona.
Los machos de la lagartija espinosa Sceloporus jarrovii
tienen parches de color azul en la garganta y en el vientre. Esta
coloración es muy vistosa y los machos la despliegan
usualmente
hacia otros machos cuando interactúan agresivamente.
Estudios de
esta especie en las montañas de Arizona muestran que la
carga de
ectoparásitos (ácaros) es más alta en
los
individuos más coloridos y con más testosterona
(Halliday
y cols., 2014). Este resultado sugiere que en estas lagartijas (y en
otras del mismo género; Figura 1) la testosterona promueve
un
mayor tamaño de estos parches de color, pero
también
facilita la infección por ectoparásitos.

Figura 1. Macho
adulto de la lagartija Sceloporus
torquatus.
(A) Vista lateral donde se observa la coloración dorsal y
una
gran cantidad de ácaros (ectoparásitos) de color
anaranjado. (B) Vista ventral donde se aprecian los colores brillantes
del vientre y garganta. La testosterona podría jugar un
papel
fundamental en la expresión de esta coloración.
Los machos del pinzón mexicano (Haemorhous mexicanus)
atraen a las hembras a través de cantos elaborados. La
intensidad y frecuencia de estos cantos están relacionadas
con
la concentración de testosterona en sangre. Duckworth y
cols.
(2001) llevaron a cabo un experimento en cautiverio con machos de esta
especie en Alabama, Estados Unidos, durante la temporada reproductiva.
A un grupo de machos les implantaron quirúrgicamente una
pequeña cápsula con testosterona, mientras que a
otros
les implantaron una cápsula vacía.
Después, los
machos de ambos grupos experimentales fueron inoculados con quistes de
coccidios (protozoarios del género Isospora
que comúnmente parasitan a esta ave). El 100% de los machos
que
fueron implantados con testosterona desarrollaron una
infección
por coccidios, mientras que en los animales sin tratamiento hormonal
solamente el 40% desarrollaron la infección. O sea que, la
testosterona promueve el canto y hace a los machos más
atractivos para las hembras, pero les impone un costo al hacerlos
más susceptibles a enfermedades parasitarias.
Es bien conocido que los
chimpancés poseen
una organización social compleja caracterizada por la
existencia
de jerarquías y el macho dominante puede aparearse con las
hembras en estado reproductivo. Estudios en estos primates en el Parque
Nacional Kibale, en Uganda, por medio del análisis de
muestras
fecales, encontraron que los machos dominantes tienen mayor
concentración de testosterona y una mayor carga de
endoparásitos (Muehlenbein, 2006).
¿Por qué la
testosterona parece
reducir la respuesta inmune de estos y otros organismos? Al parecer
esta hormona modula el desarrollo y la función de distintos
componentes del sistema inmune (Prall y Muehlenbein, 2014). Puede
modificar la tasa de desarrollo de células T (que son un
tipo de
glóbulos blancos). Puede también suprimir la
función de los linfocitos y disminuir la
producción de
citoquinas pro-inflamatorias (proteínas que ayudan a las
células del sistema inmunológico a acceder a los
tejidos
en los que son necesarias para combatir a un agente dañino).
Además, altos niveles de testosterona reducen la actividad
de
los macrófagos (células que se encargan de
detectar y
engullir a los patógenos). A partir de todas estas
evidencias,
algunos científicos se han preguntado si este efecto
supresor de
la testosterona sobre el sistema inmune podría tener
algún beneficio para los machos.
¿PROPORCIONA ALGUNA VENTAJA EL EFECTO INMUNOSUPRESOR DE LA
TESTOSTERONA?
Aunque parezca extraño, sí hay una
hipótesis que
intenta explicar por qué el efecto inmunosupresor de la
testosterona podría tener sus ventajas. Cuando sucede una
infección o herida, los animales exhiben una serie de
reacciones
que se conocen en conjunto como “conductas de
enfermedad”.
Algunas de estas conductas son la reducción de la ingesta de
agua y alimento, disminución general de la actividad,
incremento
de horas de sueño y menor participación en
actividades
grupales (Hart, 1988). Estas conductas constituyen al parecer una
estrategia para guardar la energía que será
necesaria
para activar al sistema inmune y para reducir los nutrientes en el
torrente sanguíneo que los patógenos
podrían usar
para su crecimiento y proliferación.
Aunque las conductas de enfermedad son
necesarias
para combatir las infecciones, pueden resultar en serias desventajas
durante la temporada de reproducción. Los machos de especies
territoriales y que exhiben conductas agresivas contra otros machos, o
de cortejo hacia las hembras, podrían perder oportunidades
importantes de reproducirse si disminuyen su nivel de
energía y
actividad como resultado de alguna herida o de algún
patógeno. En estos casos, podría resultar una
mejor
estrategia suprimir estas conductas de enfermedad con la finalidad de
continuar con las actividades de búsqueda y defensa de
parejas y
territorios. Aunque se ponga en riesgo la salud y la supervivencia, el
beneficio de una reproducción exitosa podría ser
mayor
(producir muchos hijos es una recompensa a este sacrificio). En estos
casos, la testosterona podría jugar un papel importante
porque
promueve la supresión de la respuesta inmune a favor de
continuar con las actividades de cortejo y competencia con otros machos
(Ashley y Wingfield, 2012).
Para analizar esta hipótesis
se realizaron experimentos con el gorrión de corona blanca (Zonotrichia leucophrys gambelii).
Se seleccionó un grupo de machos y se les removieron los
testículos para que todos tuvieran los mismos niveles
iniciales
de testosterona (obviamente muy bajos por la falta de
gónadas).
Posteriormente a algunos les implantaron quirúrgicamente una
cápsula con testosterona mientras que a otros les
implantaron
una cápsula vacía y a ambos grupos experimentales
les
inyectaron un lipopolisacárido bacteriano para simular una
infección. Los machos con implantes de testosterona
presentaron
menos conductas de enfermedad (comieron más y estuvieron
más activos) que los machos a los que se les
implantó la
cápsula vacía, quienes disminuyeron su ingesta de
alimento y su actividad. Estos resultados indican que la testosterona
disminuye la respuesta conductual a la infección, lo que
puede
tener ventajas cuando las oportunidades para aparearse son bajas
(Ashley y cols. 2009). El gorrión de corona blanca se
reproduce
en regiones situadas muy al norte de América, donde el
periodo
que tienen con buenas condiciones climáticas para la
reproducción es corto. Por lo tanto, responder a una
enfermedad
en lugar de seguir compitiendo por parejas puede significar que pierdan
completamente la oportunidad de dejar descendencia.
NO EN TODOS LOS CASOS LA TESTOSTERONA PARECE REDUCIR LA RESPUESTA INMUNE
Resulta muy interesante que en algunos estudios no se ha encontrado la
relación entre la concentración de testosterona
en sangre
y la susceptibilidad a enfermedades. De hecho, existen casos en los que
incluso más testosterona está asociada a una
mejor
respuesta inmunológica. Por ejemplo, Morales-Montor y cols.
(2002) estudiaron la cisticercosis en ratones causada por el gusano Taenia crassiceps.
Después de un tratamiento con testosterona, la carga de
estos
parásitos disminuyó en un 50%. Evans y cols.
(2000)
también manipularon experimentalmente los niveles de
testosterona en machos del gorrión inglés (Passer domesticus)
y encontraron que los individuos con altos niveles de esta hormona
tienen mejor capacidad para producir anticuerpos.
Un resultado aún
más interesante
mostró que más testosterona implica una mejor
respuesta
inmune en jóvenes estudiantes de la Universidad de
Daugavpils,
en Letonia (Rantala y cols., 2012). Un total de 94 mujeres estudiantes
examinó las fotografías de los rostros de 74
hombres
estudiantes y los clasificó numéricamente desde
muy poco
atractivos (calificación de -5) hasta muy atractivos
(calificación de +5). A estos mismos hombres les tomaron
muestras de sangre para medir la concentración de
testosterona
y, además, les inyectaron una vacuna para hepatitis B a fin
de
medir la cantidad de anticuerpos que generaron después de la
vacuna (como una medida de la capacidad de respuesta inmune). Como era
de esperarse, los hombres considerados más atractivos fueron
aquellos con las concentraciones más altas de testosterona
en
sangre. Sin embargo, los hombres con más testosterona
también generaron las mayores cantidades de anticuerpos
contra
hepatitis B. Este estudio demostró entonces que en humanos
la
testosterona parece promover rasgos que las mujeres consideran
atractivos y además potencializar la respuesta inmune.
En resumen, existe actualmente un debate
en la
comunidad científica con respecto al efecto inmunosupresor
de la
testosterona. Algunos estudios demuestran este efecto mientras que
otros, por el contrario, parecen sugerir que la testosterona ayuda al
cuerpo a combatir enfermedades. Estos resultados ambiguos han generado
algunas explicaciones tentativas. Puede ser que efectivamente la
testosterona reduzca la capacidad de respuesta inmune. Sin embargo,
algunos organismos con muy buenos genes o en excelente
condición
corporal, podrían realizar conductas de cortejo y
competencia
por parejas y simultáneamente combatir a
patógenos, a
pesar de experimentar cierta supresión inmune debido a
niveles
elevados de testosterona (Folstad y Karter, 1992). En este sentido, el
efecto inmunosupresor de este andrógeno
dependería de la
condición física o genética de cada
individuo.
También es posible que el
aparente potencial
de la testosterona de suprimir el sistema inmune sea en realidad el
resultado de una relación cercana entre este
andrógeno y
otras hormonas asociadas al estrés, como la corticosterona.
De
hecho, algunos estudios han encontrado que cuando se elevan los niveles
de testosterona también aumentan los niveles de esta otra
hormona, y niveles elevados de cortisona por largos periodos pueden
tener efectos negativos, como una menor efectividad del sistema
inmunológico (O’Neal y Ketterson, 2012). Por lo
tanto, el
potencial efecto inmunosupresor de la testosterona puede deberse a su
compleja interacción con otras hormonas. A final de cuentas,
el
sistema endócrino de los vertebrados forma una compleja red
de
interacciones e influencias recíprocas. Actualmente se
están desarrollando nuevos estudios y enfoques
experimentales
para conocer con mayor profundidad y precisión los efectos
inmunológicos de distintas hormonas y en particular de la
testosterona.
AGRADECIMIENTOS
Agradecemos la asistencia del Programa de Apoyo a Proyectos de
Investigación e Innovación Tecnológica
(proyecto
PAPIIT IN203516), DGAPA-UNAM.
Referencias
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J. Jaime
Zúñiga-Vega
Víctor Argaez
Israel Solano-Zavaleta
Departamento de Ecología y Recursos Naturales
Facultad de Ciencias, UNAM
jzuniga@ciencias.unam.mx
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